"Lo más importante para la democracia es que no existan grandes fortunas en manos de pocos".
Alexis de Tocqueville
Hace unos 10 años, en ese momento
en que perdemos la inocencia de nuestros pensamientos, escribí un texto que
rezaba algo así como “Democracia: dictadura del capitalismo”. Eran años donde empezaba a pensar por mí mismo, años de descubrimiento, como un
niño que explora nuevos campos y que siente que esa creatividad le hace diferente.
Ese texto señalaba, en resumen, cómo las democracias que podríamos llamar
occidentales, esas democracias exportables porque suponían un ejemplo para cualquier
otro tipo de régimen, no eran más que el timón perfecto para el verdadero
capitán: el capitalismo. De alguna forma el capitalismo como sistema necesitaba
de la democracia para funcionar, o mejor dicho, el capitalismo había encontrado
su terreno más cómodo para moverse dentro de la democracia.
Thatcher y Reagan bailando |
Recientemente,
viendo el programa Salvados sobre las energéticas (http://www.lasexta.com/videos/salvados/2012-noviembre-18-2012111600028.html)
mi cabeza retrocedió hacia aquel pensamiento. No es que esta visión haya quedado
en mí estancada a lo largo de los años, por supuesto que ha evolucionado, pero
el programa sí hizo despertar un error que existía en esa idea original, estaba
equivocado: el capitalismo teórico, en la práctica, no existe. Las democracias
han caído en la trampa del capitalismo a lo largo de los años, principalmente a
partir de 1970 cuando el boom keynesiano
que controló la ambición liberal tras la primera gran crisis financiera de 1929
y tras la destrucción moral provocada por la II Guerra
Mundial, empezó a derrumbarse en favor de un “nuevo” orden dominado por el
capital financiero y la desregularización. Fue el gran éxito del capitalismo,
reflejado en las figuras políticas de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y que
se ha impuesto casi sin altibajos de poder hasta nuestros días.
¿Quién manda? |
Gracias
a este remake de mis recuerdos, conecté
con otro ideal de adolescencia que me repetía continuamente: “el comunismo tal
como defiende la teoría nunca se ha plasmado en la práctica, y es por ello que nunca
consiguió ser ese sistema soñado, simplemente fue culpa de los que no lo
supieron cristalizar en la realidad”. Cuando rememoro aquello me río de mi
todavía inocencia por aquel entonces, aceptando que sólo se trataba de una creencia
falsa, un engaño mental; el mismo que dice que el capitalismo teórico existe, o
que las democracias son ese sueño que pretenden hacernos creer.
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