lunes, 23 de julio de 2012

FALTA DE COSTUMBRE


Hace unos años un familiar porteño templaba mi fascinación ante la multitud de protestas diarias que se agolpan ante la Casa Rosada. "Son molestas, pero uno se acostumbra", me decía. Las proclamas pidiendo derechos básicos de la sociedad civil, muchas veces golpeados al otro lado del charco y cada vez más dañados en España, se sucedían ante mis ojos. No podía entender como alguien puede tomar por costumbre el clamor ciudadano.
Hoy lo entiendo todo. Desde que el 15-M vio la luz, las protestas, acampadas y manifestaciones se han sucedido en este paradisiaco país llamado España. Paradisiaco, sí, pero no por la buena vida que oferta, sino porque estamos cada vez más cerca del desierto. Llegaron las huelgas de profesores, los mineros marcharon por el centro de la capital, los ERE en diversos sectores de empleo aumentaron de manera imparable... Y los ciudadanos parece que se acostumbraron... Si los argentinos saben de algo es de capear crisis y los sinsabores que traen los gobiernos corruptos. Así que parece que mi pariente tenía razón.
"La cosa está muy mal", se limitan a decir algunos. "Este país cada vez está peor", dicen otros. Frases que se dirigen hacia el inmovilismo y que apartan de las conciencias la inquietud y las ansias de cambio. A pesar del clima de pesimismo reinante, todavía hay esperanza. Hay gente que quiere despertar y cuesta creer que esta sociedad adopte como algo común las movilizaciones. Si hay algo que nos diferencia de la eterna crisis argentina,  por mucho que los titulares de los periódicos españoles jueguen con términos como 'corralito', es que todavía nos sorprendemos ante las 'meteduras de pata' de los que gestionan nuestras vidas.
El españolito de a pie se sigue 'cabreando' cuando escucha gritos como el de la diputada del PP por Castellón, Andrea Fabra. "¡Que se jodan!", se atrevió a decir mientras el presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunciaba los recortes que se avecinan. Y es que si de algo puede presumir la Península Ibérica es de la cantidad de 'listillos' que la habitan y de los pocos 'gilipollas' que se dedican a pagar el pato. No es de educación emplear insultos, pero es un intento de rebajar este texto al nivel de los que nos gobiernan y deciden por nosotros. Y, a la vez, este lenguaje sirve para hacer referencia a la columna que Manuel Jabois publicó en El Mundo el pasado 17 de julio. Un artículo que refleja el sentimientos de muchos ciudadanos que se están sacrificando, mientras otros se aprovechan de su esfuerzo. Tal y como decía en su columna: "A España", piensa usted, "le sobran listos y le faltan gilipollas. Y 50 millones de listos hunden más rápido un país que 50 millones de gilipollas".

Con espectáculos así, prefiero no acostumbrarme nunca a ser el tonto que todo listo desea.

Imágenes de las continuas protestas frente a la Casa Rosada. Buenos Aires (Argentina) / NAYARAK

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